Al escribir este artículo, debo reconocer que a lo largo de mi vida he tendido más hacia el enfoque de dejar que la vida fluya y ajustarnos a ella. Establecer metas a mediano y largo plazo no era mi costumbre, ni algo que me atrajera. Con el tiempo, observé la rigurosidad y la disciplina de personas cercanas que se aferran a planes perfectamente trazados para vivir sus vidas. Lo respeto, son personalidades distintas.
Sin embargo, a pesar de creer firmemente en fluir con la vida, ahora reconozco los beneficios de visualizar un futuro mejor. Imaginarlo me trae tranquilidad y paz mental. «Si lo puedes imaginar, lo puedes hacer», solía decir Walt Disney. Por eso, hoy creo en dar forma al futuro desde el presente, visualizando deseos como si ya fueran logros alcanzados.
Aquí presento mis tres razones:
- Enfoque y dirección: Establecer metas me brinda un rumbo claro. Al visualizar mis anhelos, sé hacia dónde dirigir mi energía y recursos, tomando decisiones alineadas con mis aspiraciones y evitando dispersar esfuerzos.
- Motivación y propósito: Las metas me dan una razón para levantarme cada mañana con entusiasmo. Perseguir algo concreto me motiva y proporciona un sentido de propósito esencial para mi salud mental.
- Crecimiento personal y profesional: La visión desafiante de alcanzar lo que deseo impulsa mi desarrollo. Perseguir anhelos que me desafíen me enfrenta a oportunidades de aprendizaje y crecimiento, tanto personal como profesional.
Todos conocemos la tendencia a procrastinar y la insatisfacción que ello genera. Sin embargo, bloqueo esta tendencia con metas derivadas de mis grandes anhelos, visualizándolos como si ya fueran realidad.
A pesar de lo anterior, valoro el arte de fluir con la corriente. Busco ubicarme en un punto medio entre la disciplina y la relajación frente a lo que la vida me trae. La fluidez me permite crecer y adaptarme. La flexibilidad para ajustar mis planes es fundamental en un mundo cambiante. Las oportunidades inesperadas y nuevas circunstancias me abren a mundos de nuevas posibilidades que no podía haber previsto.
La flexibilidad no invalida la importancia de mis sueños concebidos en el pasado como anticipación de mi realidad. Debo estar atento para saber cuándo es necesario ajustar metas. La adaptación a nuevas posibilidades es el verdadero arte. Cambiar la forma en que veo las cosas forma parte de mi ser. Necesito ser receptivo a las señales con más sentimiento que intelecto, aunque reconozco que mi pensamiento influye en mis emociones.
Hoy encuentro que fluir con la corriente es una especie de liberación frente a una vida que parece exigir más disciplina y rigurosidad. Este fluir debe estar inspirado en mis grandes sueños y anhelos para mantener mi cordura. Mantener vigente lo que tiene sentido para mí es clave, aquello por lo que vale la pena luchar y levantarme cada día. Mi equilibrio personal radica en tener un rumbo más o menos claro, pero siendo lo suficientemente flexible para disfrutar del camino y hacer ajustes cuando sea necesario.
Luis Carlos Jacobsen
Facilitador y consultor de organizaciones
CEO de “Más Sabios Juntos”, aprendizaje organizacional