La infidelidad tiene miles de matices y está permeada por un gris infinito. Constituye múltiples factores y es de los procesos más complejos de asimilar, según algunos expertos, tanto como el propio duelo. No es tan simple de definir, como lo hace la RAE: “Falta de fidelidad”, y entonces, ¿qué es la fidelidad? De acuerdo a la misma institución, es “lealtad, observancia de la fe que alguien debe a otra persona”. Si nos vamos por ahí, la infidelidad es, ni más ni menos, la falta de lealtad hacia el otro. Existe una pareja en matrimonio, en noviazgo o en unión libre, pero algo se rompe, y es precisamente esa promesa de confiar el uno en el otro la que se quebranta. Para Rogelio Argüello, uno de los tantos psicólogos que habla sobre el tema en la web, la infidelidad es un abuso o mal uso de la confianza del uno hacia el otro en una relación.
He aquí el “quid” del asunto: el engaño, la traición. Están muy bien soportadas las estadísticas, razones, y causas infinitas para darle cabida a la infidelidad: que si por traumas, por inseguridades, por aburrimiento, por desconexión, por falta de atención, por calmar un instinto sexual, por reavivar la llama, etc. Y está muy bien que hoy en día en algunos países las mujeres sean más proclive a ello. Que, para qué la infidelidad emocional, que las mujeres quieren mucho más sexo y que las satisfaga. Que, ya no es solo la infidelidad sexual, ni la emocional. Hoy se habla, por ejemplo, de la micro, la física, la online, la económica, la afectiva, la de la vergüenza, y quién sabe cuántas más. Son tantas como nos podamos imaginar.
Cifras y estadísticas por montones. En Estados Unidos un 21% de los hombres has sido infieles, mientras que se deja un 13% para las mujeres. En España, es el 42% de los hombres frente a un 31% de las mujeres. En México, el 30% en hombres y el 13% en mujeres. En Colombia, por ejemplo, 8 de cada 10 hombres lo son versus 6 de cada 10 mujeres. Mientras, otro estudio más generalizado, indica que, por cada hombre infiel, hay 2 mujeres que lo son.
Clarísimo está que, ni es nuevo, ni está de moda. Clarísimo está que hay alguna probabilidad de llegar a ser infieles en un porcentaje cercano al 30% de la población mundial. Clarísimo es que, nos han sido infieles o podrían engañarnos en algún momento de nuestra vida.
Horrible es ver a esa persona que ha sido defraudada. De la manera más abrupta comienza a cuestionarse con preguntas que no tienen respuestas. Sufre de insomnio, pierde el apetito, se le baja la autoestima hasta el último piso del infierno. Llora hasta que no le queda ni sal en sus lágrimas, se retuerce del dolor y le aparece de golpe un inmenso hueco en el alma. Quedó sin corazón. No se reconoce. Está hecha añicos.
Y esos pedazos son los que causan el daño colateral. Marcan de por vida a sus padres, abuelos, tíos, primos, hijos y amigos. Odian y nos hacen odiar, gritan y nos hacen gritar, buscan venganza y nos hacen vengar.
La infidelidad podrá ser un acto consciente o inconsciente. Podrá haber generado las mejores canciones, los mejores libros, las mejores películas. Pero, el daño está hecho. Ya no quiere igual, no siente lo mismo, no mira con los mismos ojos, no abraza de la misma manera, no sonríe como antes, es que, ya no confía. Cuan hubiese sido mejor ser solamente sincero.
Andrea André
Comunicadora Social-Periodista
Universidad Externado de Colombia
Bogotá – Colombia.
Especialista en Gerencia de Recursos Humanos
Universidad Tecnológica de Bolívar
Cartagena – Colombia.