De acuerdo con la UNESCO, en la actualidad, más de la mitad de los estudiantes en el mundo que terminan la secundaria, no entienden lo que leen, y son incapaces de escribir un pequeño párrafo que permita desglosar una idea sencilla. Los expertos nominan el anterior fenómeno como “analfabetismo funcional”.
Técnicamente, se define entonces el analfabetismo funcional, como la dificultad que, aun sabiendo leer o escribir, experimentan algunas personas para comprender los textos y para escribir con claridad una idea. Este problema afecta a los estudiantes de todos los niveles y sectores económicos. Sin la habilidad de la comprensión, el sentido de lo que se lee o escribe para integrarlo a nuestras experiencias propias, se hará muy complicado; el desarrollo del alumno, como ser pensante y crítico, no se realizará, exponiéndose al fracaso inminente frente a una sociedad competitiva.
Combatirlo es un reto multidimensional que demandan soluciones integradas, como políticas gubernamentales encaminadas a disminuir la deserción escolar y a mejorar el nivel profesional de los docentes.
Pero el “grano de mostaza” para formar nuevos seres humanos dispuestos a comprender, está en nuestro poder. Mientras más temprana y lúdicas sean las intervenciones sobre nuestros hijos para fomentar la lectura, más eficientes tienden a ser. Y para lograrlo se recomienda:
- Leerles cuentos desde bien chicos.
- Visitas periódicas a librerías o bibliotecas.
- Dejarles que escojan sus libros.
- Enseñar con el ejemplo.
- Compartir un espacio de lugar y tiempo con ellos, y los libros.
- Que este espacio esté repleto de actividades lúdicas.
- Que la lectura no sea obligatoria o asociada a un castigo.
Es momento de hacer la diferencia, por nuestros hijos, por el mundo que deseamos para ellos.
