Escribir de Bad Bunny se ha vuelto tan común pero tan imprescindible, hasta el punto de ser estudiado como fenómeno en algunas clases de universidades. Convertirse, en menos de 4 años, en el artista más escuchado en todos los idiomas y géneros, de ser primero en todo, por tres años consecutivos, no es «pan de todos los días». Y más aún, cuando su música pertenece a un género muy polémico, trascendentemente crítico en las altas esferas intelectuales de la música y en el centro del justificado feminismo. Además, que sea nombrado por la revista TIME como uno de los 100 personajes más influyentes de la época, merece toda nuestra atención.
Y aquí comenzamos a desmentir la realidad de sus críticos cuando el género reguetón, en donde Bad Bunny se recrea, es escuchado por el 60% de los oyentes que usan las plataformas digitales; y de todos estos millones de oyentes, el 43% son mujeres. Entonces surgen las dudas que motivan los estudios de expertos, por esta disposición irracional: si el reguetón no es música y sus letras son misóginas, ¿por qué es lo que más se escucha y por qué las mujeres se enloquecen con ella?
Y no es que el mundo sea haya vuelto desconocedor de la música o «brutos», porque escuchan y gozan de Bad Bunny en una discoteca para celebrar el éxito de la primera presentación de un concierto de música clásica; o misóginos, porque un impulso de ritmo nos lleva a bailar en un bar, hasta el cansancio, “TITI ME PREGUNTÓ si tenía novia…”, por la aclamación de la puesta en escena de una obra en Broadway, o terminar el día feliz bajo el «flow» de su música después de la presentación de un gran libro. Si, ellos, los intelectuales, los estudiosos, también lo gozan.
La cuestión aquí no es Bad Bunny, no hay que criticarlo. Él supo utilizar el género existente a su favor. Un reguetón que nació tibiamente en Panamá en los años 80’s con la fusión del reggae traído por los jamaiquinos trabajadores del canal, y la obsesión del panameño por traducir sus letras al español, para después desatar, en Puerto Rico, la capacidad de mezclarlo con el rap y el hip hop en español. Hoy, sus letras han evolucionado, son menos violentas, y con el desarrollo de la digitalización en la música, sus sonidos son más plurales.
El problema realmente es la hipocresía y el temor, con repudio, de hacer público lo íntimo. Cuántos «intelectuales» que detestan al «Conejo Malo» no han maltratado a sus mujeres. Cuántos «recatados» conservadores, tienen más de un amor escondido para hacer locuras en la cama que «no deben hacer con su esposa». Cuántos no hemos hecho del sexo una locura, en cualquier lugar, para justificar el amor con el placer. Cuántos no fumamos hierba a escondidas para relajar la realidad. Es la hipocresía, el miedo a ser públicos, la crítica a la expresión sin tapujos, en total libertad.
Benito Antonio Martínez Ocasio, es artista, músico, compositor, productor, luchador profesional, actor, empresario exitoso. Benito es un joven de 28 años que ha sabido llevar con éxito la carrera artística de Bad Bunny, su personaje favorito.
Oscar Arenas
Escritor-Editor